La funesta mitomanía
17 Nov. 2020
Nunca he creído en las culpas absolutas, de modo que en el contexto de un sano ejercicio de autocrítica, debemos explicarnos en dónde termina nuestra culpa como sociedad, así como la de los gobiernos, y en dónde comienza la responsabilidad de López Obrador.
A 500 años de la conquista de México continuamos sin resolver el traumatismo emocional, religioso, social y político, entre otros efectos nocivos en relación a nuestra autoimagen y a nuestra idiosincrasia. Diversos impedimentos, actitudes falaces, malos entendidos, egoísmos y discursos envilecidos, han dificultado el proceso de reconciliación nacional, la construcción de nuestra democracia, la edificación de un imprescindible Estado de Derecho, así como la generación masiva de riqueza para asegurar el bienestar nacional.
Vivimos indignados, pero contemplamos inmóviles y en silencio cómo una interminable caterva de políticos inescrupulosos aprovecha la apatía y la resignación ciudadanas para afianzarse en el poder y malversar fondos públicos, sin perder de vista que la sociedad mexicana recibirá a los presupuestívoros en sus residencias y se dirigirá a ellos con un indigerible "don", a sabiendas que sus invitados deberían estar purgando penas corporales en prisiones federales.
La complicidad es evidente, al igual que la psicología servil, el miedo y el recelo, salvo cuando nuestras mujeres protestaron el 8M en las calles, o cuando, ante la imposibilidad de entendernos civilizadamente nos matamos entre nosotros, como sucedió en la revolución mexicana o en la rebelión cristera, entre otras matanzas más. Los mexicanos estamos indignados. ¿Cuándo y cómo empezaremos a exhibir nuestra indignación sin recurrir a acusaciones anónimas en las redes sociales? Sin embargo, justo es reconocer el feliz surgimiento de organizaciones civiles creadas para construir una efectiva oposición en las elecciones intermedias del 2021.
Afirmar que "cada compañero puede ser también un traidor" o que cada mexicano es un "hijo de la chingada", hijo de la mujer ultrajada, "el engendro de la violación, del rapto o de la burla", o que para el mexicano "la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado", entre otros discursos denostativos, solo contribuye a agudizar un sentimiento destructivo de inferioridad y de insuficiencia.
Paz, el maestro, tiene razón en el diagnóstico histórico, pero hoy en día, corresponde diseñar una nueva ecuación social sin aceptarnos como "hijos de la chingada", ni incluir traumas raciales o clasistas, porque todos somos mexicanos sin estar condenados genéticamente a la tragedia y al fracaso. Hitler expuso teorías de una raza pura que condujeron a la peor hecatombe padecida por la humanidad.
Debemos modificar nuestra autoimagen, acabar con la "autodenigración" que nos proyecta como "incautos", "ladrones", "crueles", "destructivos", "irresponsables", "holgazanes", "tímidos", "conformistas", "desmadrados" e "improductivos", incapaces de superarnos y de materializar nuestros sueños más caros. Abstengámonos de destruir nuestro carácter nacional y construyamos una narrativa moderna que nos entusiasme, nos apasione y nos motive para rescatar y explotar lo mejor de nosotros mismos.
Es hora de aprovechar nuestro talento para la improvisación y hacer de México un gigantesco taller mundial con millones de empleos, para, acto seguido, evolucionar en el mundo de la alta tecnología. Si hace un par de años, dentro del contexto de "Lo hecho en México está bien hecho", constituíamos la décimo cuarta economía del mundo, entonces no somos ineptos ni irresponsables, más aún si los mexicanos que radican en EU nos envían 40 mil millones de dólares al año olvidándose del "ahí se va...".
México es un país poderoso y creativo que podría volver a dar de sí. Para ello, debemos tomarnos de la mano, olvidarnos de las perversiones de la pureza racial y unirnos en un objetivo común apartados de la funesta mitomanía histórica y del insistente llamado a la división interna entre chairos, fifís y pirrurris, propuesta por AMLO, una clasificación ruin que solo podría conducirnos de nueva cuenta a la violencia de la que nadie quisiera acordarse...
@fmartinmoreno