Miedo al miedo

Miedo al miedo

                               Miedo al Miedo
 

                                Por: Francisco Martín Moreno

 

                               @fmartinmoreno

 

La realidad política actual me recuerda las palabras de Roosevelt en 1933, el día de su toma de posesión durante la Gran Depresión: “A lo único que hay que temer es al miedo”. Roosevelt propuso el New Deal, un nuevo pacto social para rescatar la economía y la democracia norteamericana. Los críticos alegaron que la cita correspondía a Epicteto, el filósofo romano del año 50 DC, quien hizo constar: “No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel ni de la muerte, de lo que hay que tener miedo es del propio miedo.”

Como no pretendo analizar el origen de la muy afortunada expresión, prefiero adentrarme en las consecuencias que puede desatar el miedo o la ira a raíz de los brutales ataques de Hamás y de la no menos despiadada represalia de Israel en contra de la población civil palestina. A reserva de abordar el tema en otro espacio, me pregunto: ¿Dónde estaba la Mossad, el Instituto de Inteligencia y de Operaciones Especiales responsable del contraterrorismo, que no descubrió a tiempo el montaje de ese bestial ataque en contra de cientos de judíos inocentes? Israel gasta miles de millones de dólares en su seguridad y en su defensa por lo que la Mossad tenía que haber descubierto en su momento, los planes de esos deleznables asesinos y atraparlos sin que el gobierno recurriera a otra masacre severamente criticada en buena parte del mundo. No creo en las culpas absolutas, por lo tanto, ¿dónde termina la demencial actitud de Hamás y comienza la responsabilidad de la Mossad y de Netanyahu, cuyo final político es previsible al haber caído en una trampa: Hamás entró a matar, a descuartizar, a secuestrar, a devastar para provocar una respuesta irascible de parte de Israel. Hamás había previsto de antemano la furiosa represalia israelita no solo por la terrible matanza consumada, sino porque había logrado sorprender y vencer a la Mossad a niveles jamás vistos.

Hamás sabía que la venganza israelita no consistiría en un discurso pacifista en la ONU, sino que se traduciría en bombardeos también despiadados a lo largo y ancho de la Franja de Gaza para arrasar con la población civil palestina. A Hamás le interesaba matar sin detenerse ante el costo de vidas humanas de los propios palestinos ni de los judíos, a cambio de lograr un bien superior: el repudio mundial de Israel, su desprestigio sobre la base de que el sangriento papel de Hamas pasara a un segundo término y que los israelitas cargaran con toda la culpa de la tragedia: Ahí están las marchas en Estocolmo, Nueva York Y París, entre otras ciudades. 

 Sólo que el mal nunca viene solo, y en este entorno dramático surgen políticos monstruosos como Putin y su salvaje ataque a Ucrania. ¿Qué diferencia existe entre Putin y Yahya Sinwar, el líder máximo de Hamás? Ambos son criminales, auténticas amenazas para la humanidad, como sin duda lo es Kim Jong-un, otro execrable líder también poseedor de armas nucleares, con las que aterroriza al mundo. Y Xi Jinping, el líder supremo de China, otro poderoso titular de bombas atómicas, ¿no pretende apoderarse de Taiwan, de cuya invasión depende también la paz mundial? ¿Y qué tal que en este escenario catastrofista regresara un Trump a la Casa Blanca o que Ali Jamenei, comandante en jefe de las fuerzas armadas de Irán, presentara un artefacto nuclear para borrar a Israel del mapa?

La historia se repite como cuando en Italia, en 1922, Mussolini llegó al poder encabezando la “Marcha sobre Roma”, y años después, en forma de magia negra, apareció Adolfo Hitler en 1933, canciller de Alemania. Acto seguido surgió Franco como el tercer dictador europeo, sin olvidar a Stalin o a Mao Tse Tung ni al emperador Hirohito, otro fascista que bombardeó Pearl Harbor para hacer del mundo todo un infierno.

Hoy, como ayer, surge simultáneamente otra generación de, figuras terribles como Xi Jinping, Putin, Yahya Sinwar, Ali Jamenei y Kim Jong-un, entre otros más, pero sin la presencia de un Roosevelt o de un Churchill. Al ver las protestas de dimensiones mundiales en contra de Israel sin que éstas mismas se hubieran producido cuando Hamás y sus secuaces mataron y secuestraron sin piedad a cientos miles de inocentes, ¿cómo no volver a tener miedo al miedo cuando vuelven a gobernar las emociones más nefastas del ser humano y las razones no parecen desempeñar un papel en el escenario de la locura?