México
sin Crédito
Desde antes del catastrófico arribo de
AMLO al poder, cuando canceló ilegalmente el AICDMX tirando a la basura más de
300 mil millones de pesos, además del costo del AIFA, sin haber tomado siquiera
posesión del cargo, quedó evidenciado su objetivo prioritario: Destruir la
economía de México, demoler de un plumazo las instituciones republicanas y, por
ende, nuestra democracia, endeudar al gobierno hasta la irracionalidad,
debilitar a las paraestatales, como Pemex, para comprometer nuestra deuda
soberana, desperdiciar, en términos infames el ahorro nacional, aumentar el
desempleo, enfrentarse al sector empresarial, disparar los índices de
informalidad, sabotear los tratados internacionales, sobre todo, el T-MEC,
abatir el crecimiento económico, permitir la expansión del narcotráfico, dañar
los sistema de salud y de educación pública, para crear una nación de idiotas
dependientes del presupuesto público, además de vulnerar la marca México en el
mundo a base de excluirnos del concierto de las naciones.
Se decía que donde pisaba Othar, el
caballo, de Atila, “el azote de Dios”, un gobernante
bárbaro,
no volvía a crecer el pasto. AMLO será
recordado como “el azote de México”, por haber devastado la costosa herencia de
nuestros padres y abuelos, a partir de la cual habíamos comenzado, con grandes
esfuerzos, a construir el México que creemos merecernos.
Uno de los “grandes legados” de AMLO,
el “azote de México”, fue la reforma al Poder Judicial, propuesta desde el
aquelarre de Morena, para destruir la paz pública, de modo que volviéramos a
resolver nuestras diferencias con las manos.
¿Cuántos compatriotas ignorantes, pero
de buena fe, sabrán que la reforma por la que van a votar a favor, amenazados
de perder sus programas asistenciales, es irresponsable, torpe, suicida, demencial, maldita y peligrosa?
¿Qué tal un México sin crédito? ¿Quién
va vender algo a plazos, a sabiendas de que será muy difícil, si no imposible,
recuperar el bien o los recursos prestados, en el entendido de que se subastará
la justicia al mejor postor y se ignorará lo dispuesto por nuestras leyes, ya
que nuestros juzgados, tribunales y la Corte, estarán integrados, en su inmensa
mayoría, por personas sin experiencia en la administración de justicia? ¿Un
banquero va a extender un crédito hipotecario con el riesgo de no recuperarlo,
o alguien va a vender un automóvil a sabiendas que solo cobrará el enganche y
no volverá a ver ni al cliente ni al vehículo? ¿Quién va a arrendar una casa
habitación de su propiedad consciente de que jamás podrá lanzar al inquilino
insolvente, entre otros ejemplos más?
¿Estará claro que la reforma va a
desplomar el consumo y que, por lo tanto, va a deprimir el empleo, a impedir la
capitalización de las empresas, a paralizar la inversión y a hacer caer la
recaudación tributaria, entre otros terribles males?
El
crédito es el motor del consumo, la inversión y el funcionamiento del aparato
productivo. Su eliminación provocará una crisis económica, pues las familias ya
no podrían financiar las compras vitales, advendrá una recesión súbita, se
congelaría la expansión de las empresas que ya no podrían pagar sus
obligaciones al carecer de líneas de crédito. La insolvencia implicaría
quiebras en cadena, fuga de capitales, devaluación monetaria, caída escandalosa
de las reservas internacionales, disminución de las exportaciones, despidos
masivos y pérdida de confianza, retiros millonarios de depósitos por pánico
financiero, y eventualmente una crisis bancaria incontrolable por el Banco de
México. El gobierno no podría financiar el déficit presupuestario ni las obras
públicas ni servicios esenciales y podría caer en la insolvencia. La inflación
podría dispararse por el encarecimiento de importaciones y la caída de la
oferta interna.
Dicha
reforma constituye, entre otras razones, un atentado al consumo y por ello, un
severo golpe a nuestra economía y, por lo tanto, una clara invitación a la
violencia que AMLO estaría festejando en la exquisita intimidad de su
escondite. Y a propósito, la presidenta jefa del Estado, ¿se percatará que, a
partir de las elecciones del Poder Judicial, se podría estar destruyendo el
Estado Mexicano, la estabilidad política y la paz social durante su propio
mandato y, a pesar de estos riesgos que recoge la historia, insiste en llamar a
la devastación? ¿A dónde vamos con un país sin crédito?