El
Maximato Moderno
Nada
cambiará si
repetimos
lo mismo.
El Maximato creado por Plutarco Elías
Calles para eternizarse en el poder, se extendió desde el 1 de diciembre de
1928 hasta que Lázaro Cárdenas largó al expresidente del país, en 1936. Imposible
olvidar cuando un grupo de militares de alto rango se presentó en el domicilio
de Calles para informarle que contaba tan solo con media hora para abandonar el
país. Lo esperaba un avión militar para expulsarlo de inmediato a los Estados
Unidos, a California. Durante esos casi 8 años, el expresidente Calles, el “Jefe
Máximo de la Revolución”, controló y dirigió a la distancia y con mano férrea,
todo cuanto ocurría en los 3 poderes de la Unión, así como en cualquier medio
de difusión masiva. El Maximato se instaló a raíz del asesinato de Álvaro
Obregón, reelecto presidente en 1928, después de reformar, mejor dicho,
traicionar, el principal postulado de la revolución que rezaba así: “Sufragio
Efectivo. No Reelección. El famoso Manco de Celaya fue asesinado, por razones
obvias, antes de asumir el cargo. Vale la pena recordar también cuando el
populacho se preguntaba, ¿quién mató a Obregón…? La respuesta no se hacía
esperar: ¡Cállenssse la boca…! Con el ánimo de evitar vacíos de poder, el famoso
“Turco” nombró presidentes interinos o “títeres” o “peleles”, como lo fueron
Emilio Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez.
En aquellos tiempos, como empieza a
suceder ahora, el sentido del humor nacional siempre se hacía presente, pues en
la casa de los “peleles” aparecían letreros con el siguiente texto: “Aquí vive
el presidente, pero quien gobierna vive enfrente”. Hoy se podría pintar en las
bardas de Palacio Nacional una realidad inocultable: “La presidenta vive aquí,
pero quien gobierna vive en la Chingada”.
Ya no es posible aducir en nuestros
días que la títere moderna sea la jefa del Estado mexicano, simplemente, porque
el Estado mexicano ya no existe. La separación de poderes ha desaparecido. En
nuestros días el país es dirigido de acuerdo a los estados de ánimo de López
Obrador. Si una República es una forma de gobierno en la que el poder
supremo reside en el pueblo, quien elige a sus representantes para que lo
gobiernen durante un período de tiempo determinado, entonces ésta ya tampoco
existe porque, a modo de ejemplo, en la Reforma al llamado Poder judicial el 90%
de los electores no participaron en el proceso. El pueblo en México se llama
AMLO.
Se extinguió el sistema de impartición
de justicia, el derecho de amparo, la conquista social envidiada por el
mundo entero; desaparecieron los organismos autónomos garantes de nuestra
democracia; la educación está diseñada por un troglodita para embrutecer a la
niñez y comprometer el futuro de la nación; el gobierno no es sino el
botín económico de una siniestra pandilla que se apoderó de nuestro presente y
de nuestro futuro, mientras todo se militariza para fortalecer la imposición
brutal de una nueva dictadura.
¿Sabrá la sociedad anestesiada que una ley recién votada le
permite al gobierno espiar detalles de nuestra vida privada, tal y como
acontece en dictaduras como la cubana, entre otras más? ¿Sabrá la nación
adormilada que, además de la Ley Espía, que Morena y sus cómplices, los
bandidos que ya nos robaron el país, ahora pueden saber qué y con quién
comemos, a qué hora, de qué hablamos, en dónde nos encontramos, qué fotos
guardamos, a quién criticamos y aplaudimos, cuánto valen nuestro ingresos
personales. ¿Nuestra vida íntima podría caer en manos de otros delincuentes
profesionales?
López Obrador, el actual Jefe Máximo de la involución
de México, en el Maximato Moderno, cualquiera puede ser detenido con pretextos
ridículos de acuerdo a la prisión preventiva oficiosa; avanza la
militarización en aduanas, trenes, aeropuertos y seguridad, se va extinguiendo
la libertad de expresión y ya no cuenta la voluntad popular desde que los
enemigos del progreso de México se apoderaron también ilegalmente, de la
mayoría calificada, con la cual destruyeron los cimientos de la democracia
mexicana y con ello, nuestro porvenir. Mientras algunos se quejan con palabras
altisonantes en las agradables charlas de café vespertino, 130 millones de
mexicanos se dirigen felices y contentos, día con día, a Palenque, al rancho La
Chingada, propiedad del peor enemigo histórico de México, en donde celebrarán,
sin sospecharlo, la definitiva destrucción de nuestro país.