¡Ya, Sheinbaum, ya!
Si no hay justicia para el pueblo,
que no haya paz para el gobierno.
Emiliano Zapata
¡No,
Sheinbaum, no! Me es imposible distinguirla como presidenta de la República,
porque las elecciones del 2024 fueron el resultado de actos anticipados de
campaña financiados ilícitamente con los ahorros de la nación, entre otros
delitos más. Tampoco puedo reconocerla como jefa de Estado, ya que el Estado
mexicano dejó de existir cuando acabó la separación de poderes y confirmó la
extinción de los organismos autónomos garantes de nuestra embrionaria
democracia. Menudo ejemplo para la nación, pero sobre todo para las mujeres que
vieron en ella una mínima posibilidad de justicia social. Se trata del
desperdicio político más alarmante de los tiempos modernos.
Vale
la pena recordar lo prometido por ella en su discurso de toma de posesión:
Describió la “terrible violencia” como una de las mayores preocupaciones del
país. Aceptó “la cooperación internacional” para desmantelar las redes de
financiamiento del crimen, hizo un llamado a los mexicanos porque “juntos
construiremos la paz, porque la violencia no es inevitable...”
¿Contuvo
la “terrible violencia”? ¡No! ¿Desmanteló las redes de financiamiento del CO?
¡No! ¿Construyó la paz entre los mexicanos? ¡No! Ocurrió todo lo contario, al
extremo de que los narcos controlan la mitad del país y al gobierno, como bien
lo ha afirmado Trump.
Carlos
Manzo había declarado: “No vamos
a descansar, aunque nos cueste la vida, ni un paso atrás”. “Tengo mucho miedo
de enfrentar personalmente a los criminales, pero no nos queda de otra, está en
riesgo nuestra vida, nuestro gobierno y los ciudadanos”. “No quiero ser un
presidente municipal más de la lista de los ejecutados, ni que los ciudadanos
de trabajo, honestos y honrados sigan siendo víctimas de este cáncer social”.
“Le compete al gobierno federal detener a los delincuentes que están matando
con armas de uso exclusivo del ejército que ponen en riesgo a toda la población
civil. Es una traición a la patria no hacerlo”. “Yo gané gracias al pueblo de
Uruapan con una votación histórica de manera independiente, venciendo al
partido oficialista”. “La candidata Sheinbaum pidió el voto a Uruapan y nunca
regresó como presidenta de la República”.
El
asesinato de un gigantesco líder político local ha indignado a una gran parte
de la nación. No, no son hechos insignificantes, como en un principio y en
apariencia lo fueron, válganse las comparaciones, el ?asesinato del archiduque
Francisco Fernando, heredero al trono austrohúngaro, que desencadenó la Primera
Guerra Mundial. Al igual que el apuñalamiento de Julio César que provocó
guerras civiles en Roma y marcaron el final de la República Romana. La muerte
de Gandhi, líder de la independencia India, se tradujo en masacres de más de 1
millón de muertos y en el desplazamiento de 15 millones de personas, para ya ni
hablar del asesinato de Indira Gandhi o de Yitzhak Rabin, “chispas” que
incendiaron la pradera y detonaron el descontento social o político.
Han
vuelto a matar al mensajero, pero no acabarán con el mensaje. Mandaron a la
fuerza pública de Michoacán contra quienes protestaban contra el gobierno de
Ramírez Bedolla, pero no para proteger a Carlos Manzo. Ya asesinaron a 7
presidentes municipales de Michoacán en este sexenio, más otros tantos del
interior, sin olvidar a los candidatos a puestos de elección popular
acribillados a balazos durante las últimas campañas. ¿Quién sigue? ¿Harfuch, el
único funcionario eficaz de la 4T? ¿Qué dirán los morenistas de los asesinatos?
¿Continuarán en un movimiento cómplice de incontables delitos de suprema
gravedad? ¿La Patria es Primero? ¿Sí…? ¿Qué será para ellos la Patria? ¿Lo
mismo que para el Jefe Máximo de la involución, que hizo lo imposible por
acabar con ella? ¿Nadie de la 4T va a levantar la voz?
¡Ya,
Sheinbaum, ya! ¿Quién es usted? En lugar de imponer la paz con el monopolio de
la fuerza pública, ¿va a continuar en el cargo empeñada solo en tapar la
asquerosa cloaca heredada de su innombrable antecesor? El asesinato de Carlos
Manzo marcará su gobierno para siempre. Cuando protestó guardar y hacer guardar
la Constitución (que ya no existe), y si no que la nación se lo demandara,
nunca supuso que hoy la nación ya se lo demanda: o impone la ley, señora, y
restaura la República y deja de culpar a terceros del desastre de su “gobierno”
o, como sentenció Alejandro Martí, (qepd): Si no puede, renuncie…