Magia en la CDMX

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Francisco Martín Moreno
en REFORMA

25 Ene. 2022

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3 min 30 seg


Una mañana, la del día de la golondrina, la ciudad capital amaneció sin baches. Los automovilistas ya no se precipitaban en hoyancos por donde podían caer más de 25 vehículos. Los jardines públicos ya no se parecían a los pastizales de Tanzania, la policía de tránsito ya no asaltaba a los conductores de autos, las alcaldías ya no eran cuevas de ladrones, pues se había impuesto un código de ética, cuyo desacato tenía consecuencias también el más allá: la purificación era total.

Se construían 180 kilómetros de trenes subterráneos o de superficie y segundos pisos a lo largo y ancho de la ciudad mediante concesiones otorgadas públicamente a inversionistas nacionales y extranjeros. El transporte público era de mejor calidad que el de Dinamarca. Para resolver el problema de la movilidad se construían estacionamientos subterráneos en calles y parques. Funcionaba el horario corrido para reducir drásticamente la circulación de vehículos durante las comidas. La hora de salida era a las 4 de la tarde con un pequeño refrigerio a media mañana. Al estar apagados millones de motores se evitaba la derrama de gases en la atmósfera, se estimulaba la economía de la ciudad, la actividad social se daba en la tarde-noche, la convivencia familiar se volvía más intensa durante la cena, en tanto se disparaba la vida cultural y deportiva de la ciudad.

Un millón de automovilistas adquiría voluntariamente placas personalizadas humorísticas de uso exclusivo para sus vehículos, con un costo de 2,000 pesos. La novedosa idea en México se traducía en una exitosa campaña de recaudación destinada a surtir con equipos electrónicos y bibliotecas a las escuelas de la capital.

En las azoteas de incontables casas de la ciudad aparecían páneles solares para generar electricidad y se cultivaban verduras y vegetales en macetones. Aumentaba la humedad de la capital y se reducían los índices de contaminación gracias, también, a que los chilangos habían impedido el paso de pipas con combustóleo y cerrado ductos de la refinería de Tula, un infierno ambiental que había propiciado la muerte por cáncer y enfermedades pulmonares de decenas de miles de mexicanos. La ciudadanía ya no estaba dispuesta a morir víctima de la indolencia criminal del gobierno.

Circulaban patrullas amarillas con el 55 5555 5555, el número telefónico para auxiliar de inmediato a los niños y a las mujeres golpeadas. La civilización hacía finalmente acto de aparición en la ciudad. Los camiones de basura solo recogían desechos perecederos que cabían en una pequeña caja de zapatos. En las esquinas se localizaban 3 contenedores para depositar el vidrio, el plástico y el cartón que la ciudad recolectaba y vendía en empresas de reciclaje. Al lucrar con la basura aumentaban hasta el infinito los ingresos del erario capitalino que también vendía fertilizantes agrícolas en el interior del país gracias a una tecnología holandesa.

Los fabricantes ingleses de taxis habían construido una planta automotriz dignificando ese sector del transporte público. En razón de una inversión china, se volvía a utilizar el viejo ferrocarril de Cuernavaca, otrora una ciclopista utilizada solo por expertos circenses, para transportar de un lado al otro de la ciudad a millones de pasajeros, aligerando el tráfico y ahorrando enormes cantidades de tiempo a los chilangos.

Surgía una ciudad cultural subterránea como la existente en el Museo de Louvre, en París, que unía el Auditorio con los grandes hoteles de Polanco. Ahí se disfrutaban restaurantes, cines, teatros, galerías de arte y librerías, entre otros atractivos más.

Se rescataban barrios antiguos, aumentaba la plusvalía inmobiliaria y con ello la recaudación del impuesto predial. La Mossad israelita diseñaba la estrategia ideal para erradicar al crimen organizado de la ciudad. Se imponía una política hidráulica para ahorrar agua, al tiempo que con inversiones japonesas se construían plantas de tratamiento para reutilizarla. Se descubría la riqueza turística de la ciudad que era visitada por nacionales y extranjeros que detonaban la actividad económica.

La jefa de Gobierno contaba con el apoyo del electorado capitalino porque su gestión había cambiado para siempre el rostro de la ciudad.

 
@fmartinmoreno