Yo, sí yo, sé dónde les duele a los mexicanos. ¿Dónde…? Les cuento, acérquense, les cuento al oído: cada uno de mis compatriotas, lo puedo demostrar, tiene escondido un muerto en el closet, llámese evasión fiscal, cochupos a cambio de concesiones o quiebras fraudulentas, entre otras monerías. No…? Adoro mi chamba porque al esculcar —hermosa palabra de extracción infantil— en los bolsillos de los políticos y en su vida secreta, sean o no de la oposición, es igual, me hago de información confidencial de legisladores, de empresarios, presidentes de cámaras de comercio, de industria, de la banca o de lo que sea, sin olvidar a los líderes de opinión, mercenarios corruptos contratados por agiotistas enemigos de mi gobierno y del progreso de la nación, por más que digan que la 4T no es sino una cáfila de bribones sin precedentes en la dolorida historia de la patria. Se trata, sí, en resumen, de obtener elementos de extorsión, de intimidación para chantajear y controlar, vencer y dominar a quien se interponga en mi camino.
El miedo es un recurso infalible para controlar a las sociedades, tal y como Joseph Stalin, Adolf Hitler, Mao Tse-tung y Francisco Franco lo practicaron con notable éxito. ¿Quieres que se porten bien? Pues construye una atmósfera de miedo y, si es posible, de terror… Si los concesionarios exigen un Estado de Derecho para proteger sus intereses, no han entendido que si éste existiera yo no podría controlarlos. Dejemos que sueñen mientras comen de mi mano.
Una de las grandes herencias del PRI fue, sin duda alguna, el régimen de concesiones. En México, gracias a la dictadura perfecta, están concesionados los bancos, las financieras, las televisoras, las estaciones de radio, las mineras, los aeropuertos, y quien se salga de la raya, las rayas las impongo yo, o simple y sencillamente se quedan sin concesión, o mar, sin nada. Pobres diablos: o vienen al besamanos cuando yo lo disponen o saben a lo que se atienen. Me fascina exhibirlos como lo que son, unos cobardes sin dignidad.
¿Cuál de mis queridos conciudadanos cuenta con herramientas mágicas como mi adorada Unidad de Investigación Financiera? ¿Quién? ¿Quién puede levantar un teléfono rojo para ordenarle al Fiscal General de la República que arroje el poder del Estado sobre cualquiera de mis súbditos? ¿Cuáles ciudadanos?, de modo que los arresten sin más, o lance fichas rojas para alcanzar a mis enemigos residentes fuera del país. ¿No es maravilloso? A ver, sí, a ver, ¿quién tiene en su poder un teléfono mágico como el que tengo sobre mi escritorio? ¿Quién…? Ya me imagino cómo brincará el ciudadano presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuando suena y resuena, bueno, de acuerdo, solo suena una vez, momento en que este ilustre entogado se pondrá de inmediato de pie, frotará los zapatos contra la parte trasera de sus pantalones, se revisará las uñas y el peinado, se ajustará la corbata antes de contestar. Es hasta cómico, ¿no…?
¿Más juguetes heredados de mis adorados neoliberales? Nadie sabe para quien trabaja…¡El SAT, sí, el SAT. Tú, sí, tú, el que lee líneas estas, ¿puedes apretar un botón para que apareció en la pantalla hasta el último centavo ingresado en las declaraciones fiscales de quien aborreces? ¡No!, ¿verdad? ¿No es cierto que Dios, mi Señor, no el de ustedes, terribles pecadores, me premió con estas herramientas que yo utilizo a diario para someter, eso sí, dentro de la más estricta legalidad o fuera de ella —qué más da— a los necios, a los tercos, quienes se sintieron indestructibles como yo?
La verdad, todo esto de gobernar es muy sencillo: el juego, por demás entretenido, consiste en encontrar muertos, cadáveres o calacas en el mundo de los políticos, de los empresarios o de los intelectuales, mercenarios que venden su alma al diablo por un puñado de pesos. Los tengo investigados a todos, tengo registrados un infinito número de cadáveres que puedo exhibir ante la opinión pública cuando yo lo desee. ¿No es divertido? ¿Jugamos al miedo? Yo soy el ogro, ¿entendido? Pues bien, una de las reglas consiste en dejar tranquilos a mis cadáveres del armario. ¡Prohibido! Aquí sólo mando yo… ¡Juguemos…!
Tomado de mi próxima novela: “Breve crónica de la envidia, el odio y el asco”.
- Francisco Martín Moreno es escritor y periodista mexicano que se ha especializado con maestría en la novela histórica. Puedes seguirlo en @fmartinmoreno