¡Viva La
Diversión!
Durante mi larga carrera política aprendí a conocer al
derecho y al revés a mis queridos compatriotas, así como a descubrir de qué
están hechos.
Cuando hace muchos años tomé 16 pozos petroleros,
acompañado de acarreados, por supuesto que cometí delitos federales, puse en
riesgo vidas inocentes, causé quebrantos en las finanzas públicas, pero eso sí,
nunca nadie me tocó ni un pelo. Aprendí a chantajear a quienes detentaban el
poder, y la mejor prueba se dio cuando yo no cumplía con los 5 años de
residencia mínima en la capital y ¡claro que fui electo jefe de Gobierno,
después de elegantes maniobras persuasivas…! Mis risotadas se escucharían hasta
Villahermosa. Sí, lo confieso, disfruto la impunidad… ¿Cómo olvidar cuando me iban
a desaforar por construir una calle? ¡Claro que ignoré amparos y cuanto fuera,
y al salir otra vez airoso del escándalo de El Encino, se disparó mi
popularidad, pero no sonreí en público por elemental discreción!
Más tarde, dos maleantes me ofrecieron “la grande” si yo
me comprometía a no encarcelarlos. ¡Claro que les di mi palabra, no los
encarcelé y me catapultaron al infinito! Fue divertidísimo… Pero ya que
hablamos de alegría, vale la pena recordar los lamentos de los pirruris cuando,
antes de acceder al cargo, sin facultad legal alguna, les cancelé su aeropuertito.
¡Ay, las quejas y los lloriqueos de los queridos fifis en la prensa y en las
redes sociales, me hicieron gozar lo increíble! Fue una auténtica borrachera de
poder, pero después, todos calladitos o no se la acababan…
Siempre estuve convencido que el asesinato de 10 mujeres
mexicanas al día “no causaba malestar social”, por lo que cancelé el
presupuesto para los Refugios de Mujeres Golpeadas, clausuré 9 mil estancias
infantiles que atendían a 350,000 menores, esfumé la Fundación del Cáncer de
Mama sin “tener problemas de conciencia” porque “México es un país feliz, muy
feliz”. ¿Quién no quiere gobernar un pueblo acobardado cuando tiene la
impunidad garantizada?
Para controlar a un país de reprobados con
50% de pobres, es imprescindible saber mentir, porque a los sabiondos que
aprendieron a robar en las universidades extranjeras, o son cobardes o los
compro con pedidos y licencias del gobierno. Los empresarios son mis enemigos,
porque ellos generan riqueza y empleos, y a mi, por contra, me interesa crear
más pobres que dependan del erario y voten por mi partido o perderían mis
ayudas. Me importa un pito y dos flautas el crecimiento económico, siempre y
cuando pueda continuar financiando mis programas asistenciales.
Los eternos chillones me critican por privilegiar mis
llamadas obras faraónicas, en lugar de fortalecer los sistemas de salud y de
educación y de construir infraestructura. Pero a
ver, ¿a los criticones les importó que asesinaran durante mi administración a
más de 200 mil “animalitos”, más otros 100 mil desaparecidos que no servían para nada? ¿Alguien protestó? ¡No! Entonces, que ni se
quejen. Lo único malo es que los muertos no votan…
No me arrepiento
de haber endeudado al país sin rendir cuentas ni de haber desaparecido al INEE, a ProMéxico, al Seguro
Popular, al Insabi, a 10 subsecretarías, a la Cofece, al IFT, al INAI, al Coneval,
a la CRE, a la CNH y al Seguro popular y dispuse de la lana de 109 fideicomisos
inútiles, a mi gusto… ¿No fue genial cuando logré someter al INE y al Tribunal Federal
Electoral, creados por los corruptos neoliberales para sostener una democracia
que ni a ellos le conviene? ¡Claro que me apropié, entre sonrisas, del Poder Judicial y callé a billetazos y amenazas
a la mayoría de los medios de difusión!
Domar a los
periodistas infiltrados en las mañaneras con mentiras de a kilo y silenciar con
amenazas a las cámaras empresariales, uniones, escuelas, barras y sindicatos, y
a buena parte de los comentaristas y columnistas cuando, entre sollozos
feminoides me atacaban denunciando, con razón, que yo construía una dictadura,
también me hizo muy feliz…
Todavía no
sé cuándo me divertí más, si al robarme la mayoría calificada en el Congreso de
la Unión o al nombrar presidente de la Corte a un personaje que ignora la
existencia de una Constitución. Lástima que algunos pirruris no compartan mi
alegría, porque el pueblo bueno sí sonríe cuando le regalo una parte enorme del
pastelote del presupuesto público… ¡Viva la diversión!, ¿no…?
Tomado de mi
próxima novela: “Se los dije…”