¿Un País de Cobardes?

¿Un País de Cobardes?

                      ¿Un País de Cobardes?

 

 

Me apresuro a excluir del ominoso título con el que encabezo la presente columna a un número selecto de conductores de radio y muy escasos de televisión, a respetados articulistas y periodistas, además de ciertos empresarios accionistas mayoritarios de diarios y revistas y de medios de difusión masiva, auténticos defensores de las instituciones republicanas, de la democracia y del Estado de derecho, cuyos nombres debo omitir con el ánimo de no cometer una imperdonable injusticia al no incluir a todos en un breve recuento, muy a pesar de sus indiscutibles méritos y esfuerzos en la defensa de la libertad.

La inmensa mayoría de los mexicanos son responsables de la amenazadora catástrofe que padecemos, cuyas consecuencias todavía no dimensionan por ignorancia, por cobardía, por frivolidad, egoísmo, o apatía, entre otras razones más. Más de 85 millones de mexicanos mayores de edad, asisten, hoy en día, a la destrucción del patrimonio político, económico y social de México después de siglos de padecer a tlatoanis, virreyes, caudillos, caciques, jefes máximos, dictadores, oligarcas, déspotas iluminados y populistas criminales de la peor ralea, entre tantos otros innombrables. ¿A dónde íbamos sin democracia y, por lo tanto, sin Estado de derecho? En el sexenio anterior, el de la ignominia, fueron extinguidos los organismos autónomos garantes de nuestra democracia, en tanto la sociedad se contemplaba resignada a su suerte en el espejo negro de Tezcatlipoca sin protestar por la destrucción del futuro de México. Ante nuestros ojos y sin oponer la menor resistencia, desapareció la división de poderes, dimos un salto suicida al vacío para volver al siglo XVI, al gobierno caprichoso de una sola persona que ignora los más elementales derechos humanos y políticos, y cuya autoridad no conoce otros límites que sus estados de ánimo.

No se crearon los millones de empleos prometidos ni mejoró la educación ni se apoyó la cultura ni se modernizo la seguridad ni la salud ni disminuyeron los homicidios dolosos ni se erradicó la corrupción ni se redujo la pobreza ni descendió el precio de la gasolina ni del gas ni se ahorraron los 500,000 millones de pesos prometidos por la corrupción ni se utilizan las energías limpias y baratas en beneficio de la población ni se invirtió en obras de infraestructura ni se aumentó la red de carreteras ni se creó certidumbre económica ni se fortaleció la marca México en el mundo ni se unieron los mexicanos ni se encarceló a la “Mafia del Poder”, sino que se quintuplicó por huachicol y por los monstruosos desfalcos. Pemex y CFE siguen sin ser rentables, las mujeres viven más inseguras no se cancelaron los cobros de piso ni se sometió al narco para que no interviniera en las elecciones ni tenemos un mejor país ni vivimos en paz ni hay esperanza en el futuro ni se redujo la importación de alimentos ni se respeta la Constitución ni el Fiscal General de República es autónomo ni disminuyó la pobreza laboral ni los ingresos de 40% de las familias mexicanas alcanzan para comprar la canasta básica ni se conoce el destino de la sustracción ilegal de los fondos de los fideicomisos públicos ni se utilizan las tecnologías modernas para ser más competitivos en el mundo, ni la mayoría de los mexicanos viven hoy mejor que ayer ni existe la administración de justicia ni la patria va a demandar a nadie por haber violado hasta el cansancio los juramentos constitucionales, ni México es más respetado hoy en el concierto las naciones…

¿Quién va a invertir sus recursos en México, en una dictadora camuflada? En la pandemia murieron 850 mil compatriotas a falta de cubrebocas persignándose con escapularios creados por la imaginación del monstruo devorador de todo lo mexicano. Además, 260 mil fueron ultimados a balazos y 110 mil simplemente desaparecieron. Se trataba de la existencia, de la vida misma, y, sin embargo, las quejas se reducían a los brindis coñaqueros vespertinos de los empresarios que con sus impuestos financian pasivamente la devastación de México.

¿Somos un país de cobardes o de ignorantes o de frívolos o de egoístas y apáticos o todo junto? ¿Qué más dan los calificativos cuando estamos a un paso de la quiebra de las finanzas públicas con todas sus consecuencias y la sociedad contempla el futuro como si asistiera al clásico Chivas-América? Nadie tiene el derecho de quejarse…